La Asociación La Chanca Pescadería AMH, galardonada en los XI Premios Alcazaba de Amigos de la Alcazaba. Este fue el discurso leído en el acto:
En muchas ocasiones, algunos vecinos de nuestra ciudad, refiriéndose a yacimientos arqueológicos o genéricamente al patrimonio histórico, le han lanzado esta pregunta a José Campoy, de forma cruda, simple y llana: “¿Y eso para qué sirve?”:
El patrimonio histórico es un legado que nos vincula
con el pasado, lo hace tangible. No es pasado muerto, viejas ruinas, muros
rotos: es historia presente. El origen latino del término, patrimonium (“lo recibido
de los padres”), evoca su valor como vínculo y herencia: lo que hemos heredado
de nuestros antepasados, y se transmite al futuro. Nuestro patrimonio,
relaciona a diferentes generaciones, como un hilo que anuda a los que estaban
antes y los que vendrán después. ¿Qué podemos hacer? Aprender de ello y
mejorar. Esta razón es necesaria en nuestra sociedad actual, que tiende a
primar lo nuevo, y rápidamente convierte lo antiguo en viejo.
Y es que el principal enemigo del Patrimonio es el
miedo, sí, el miedo de siglos. El que nos enseñan desde tiempos neolíticos, de
cavernas:
Niña, no subas a San Cristóbal, no aparques por la
Alcazaba que te roban, no pasees solo por la Almedina, y sabe dios lo que habrá
en esa Plaza de Pavía…tan lejos. Y de subir los cerros de la Chanca, ni
hablar…Miedo a otras razas, miedo a entrar al barrio, a salir del barrio, a lo
que dirá el sr.Alcalde, a lo que pedirán los vecinos…a lo que escribirá el
periódico…
Pues a esta asociación la motivan muchas razones:
Los maestros canteros califales del cerro de las
Mellizas; los arquitectos como Trinidad Cuartara que proyectó el barrio para
familias obreras de Chamberí; los ingenieros y maquinistas de la fábrica
Heredia o Santo Tomás, en Pescadería; los braceros de carga de barriles de uva
del puerto; los mineros del Camino Viejo y operarios de sus fundiciones; las
mujeres que usan el lavadero de pago de D.Antonio de la Huerta de la Salud; las
que barren sus cuevas de la Palomas de Juan Callejón y las pintan de colores;
los niños que juegan a la pelota en la fábrica de Calamina, en la Rambla; los
rederos que tienden el arte para secar a los pies de San Roque; los calafates
del nuevo Varadero; los pescadores que arrían su vela latina…; las mujeres canasteras
que van por el pescao, el altar del indaliano Cañadas; la guitarra que suena
del Negrillo…
Y los maestros de obra andalusís que levantaron
golpeando el tapial, tanta muralla torreada, para proteger la ciudad; y los que
duermen enterrados y olvidados bajo macabrillas sepultadas de hormigón, en el
cementerio del Llano del Cordonero, junto a las piletas de salazón, y que allí
siguen, en la Chanca, o en Pescadería, que lo mismo nos da.
Esos, que vivieron desde el siglo X hasta hoy, el XXI,
ya perdieron el miedo, igual que las miles de personas que caminan por nuestras
calle y cerros, y que quieren conocer su pasado, el de Almería./ Las ciudades
con sus barrios tienen que caminarse, como hacemos cuando viajamos, sin olvidar
nunca las fotos. Sus calles, su gente y su historia son el principal museo. Damos
las gracias, si, a Amigos de la Alcazaba, por entendernos, Junta y socios; a
los 12.000 habitantes del barrio; a los referentes de su pasado que nos
enseñaron valor y solidaridad; a las madres incansables; también a las
administraciones cuando son amables con nosotros porque somos muy cansinos. Y, acabo,
como escribe el arqueólogo Lorenzo Cara en su obra “150 años de arqueología,
escarbando entre papeles”, la sociedad civil está, en Almería, “consumiendo
patrimonio”. Tome nota la clase política. Felicidades a los otros premiados y gracias
por acompañarnos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario