Apuntamos anteriormente que a
comienzos del siglo XX se hallaba en calle Alfareros - hoy Magistral Domínguez
- la fábrica de pavimentos hidráulicos Ramón Muley. No obstante, no está de más
explicar qué había en este entorno tan cambiado hoy por el proyecto de la
Avenida Pablo Iglesias - o Paseo Versalles para los nostálgicos -.
Paralela a la calle Rambla de Alfareros (no confundir con la anterior), se halla la estrecha y penumbrosa calle Cantareros - cuyo nombre es "Independencia" en la actualidad -. Debido a la inundación que se produjo el 11 de septiembre de 1891, a la que ya nos hemos referido en otro artículo, varios residentes de la misma sufrieron pérdidas materiales y
tuvieron que recibir ayuda de las autoridades.
Según La Crónica Meridional, hubo
un picadero en 1889 en ella, o sea, un lugar en el que se aprendía a montar
a caballo. Debido al tránsito de jinetes por esta zona, el redactor alertó sobre
el peligro que suponían en 1894: "han tomado varios domadores de caballos
la Rambla de Alfareros por Picadero, sin que a aquellos les tenga con cuidado
el que atropellen a muchachos o al Nuncio".
Calle Rambla de Alfareros, lugar por el que se accedía al antiguo picadero.
Un año más tarde fue instalado un
negocio similar en la calle Martínez Campos, como podía leerse en un anuncio: "Picadero
de equitación. Se enseña a montar a señoritas, caballeros y niños desde 12 años
en adelante. También se admiten caballos al precio de 3 pesetas por
manutención, limpieza, herraje y educación. El picador Muñoz".
En 1896 también se realizaban eventos
de otra naturaleza en el antiguo picadero de la calle Cantareros, como el del "tiro
al pichón". Señalaban en el periódico que diariamente se hacían ejercicios
con carabinas de la marca Globet y que era un sitio de recreo igual que los que
se ubicaban en cualquier capital de primer orden.
A Cantareros se podía acceder por
la calle Rambla de Alfareros, o bien, por Francisca Jiménez. Esta última se
llamaba así por una señora que, parafraseando al padre Tapia y al redactor de
La Crónica Meridional, dejó más de 25000 pesetas de herencia para la
construcción de veinte casas que estaban destinadas a pobres.
Además de las mencionadas
pesetas, también legó 67000 para que se edificara un centro de la fundación del
Monte de Piedad. A día de hoy es un inmueble con
casas de lujo, por lo que no tiene nada que ver con las pretensiones de la mujer.
Desgraciadamente, hay calles almerienses
que pasan desapercibidas, en las que sería formidable que hubiera una placa con su historia. Así sabríamos, por ejemplo, que la calle Caridad - llamada Muley
desde principios del siglo XX - albergaba a las familias para las que se
construyeron las viviendas financiadas por Francisca Jiménez.
Cuando pases por estas calles de
Almería, observa las huellas que quedaron de quienes lo dieron todo por los más
necesitados. Incluso, con un poco de empeño e imaginación, quizás también
escuches el relinchar de los caballos de aquel viejo picadero.
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